domingo, 4 de noviembre de 2012

Decenas de cartas y testimonios en defensa de La Princesa

Están circulando y nos llegan decenas y decenas de cartas , firmadas con nombre y apellidos , de médicos , enfermeras del Hospital de  La Princesa , y de otros hospitales en defensa del hospital  de La Princesa.
La mayoría  con varios denominadores comunes : valentía , tristeza , respeto , sorpresa , indignación ...
Es el testimonio de personas que lo único que quieren es que el lugar dónde trabajan , y en su mayoría donde llevan trabajando años , donde han volcado su tiempo ( robado muchas veces a la familia ) , sus ilusiones , su compromiso , por hacerlo lo que es , uno de los hospitales más importantes de nuestro país , permanezca como referencia de Madrid , y nacional , formando estudiantes y residentes , y atendiendo a la sociedad civil con los más altos standares de calidad .  
Aún hay tiempo para que nadie pierda .

Como ejemplo por todas  , y haciendo una excepción , por su significación  en nuestro hospital como gran compañero,  médico querido  y tutor , publicamos esta carta del Dr. Arellano .


Sr. Consejero:

Mi nombre es Ramón Arellano, tengo 50 años y llevo desde 1987 ejerciendo mi labor profesional en el Hospital Universitario de La Princesa, primero como MIR y desde 1992 como médico del Servicio de Urología.

Disculpe mi atrevimiento, pero me gustaría contestar a su carta dirigida a los profesionales sanitarios madrileños, en cuanto a la situación percibida con las medidas propuestas de transformación del Hospital Universitario de La Princesa, en el documento del Plan de Medidas de Sostenibilidad cuyo enlace nos envío Ud.

En ninguna parte del mundo existe un “hospital general geriátrico” que haga lo mismo que un hospital general pero sólo para personas mayores.
La comparación efectuada por el Sr. Burgueño, Director de Hospitales, estableciendo un paralelo con la existencia de hospitales pediátricos, no parece correcta ni adecuada.
Los niños no son adultos en miniatura y efectivamente necesitan una atención diferenciada.
Pero los ancianos son adultos que se operan y se atienden de procesos similares a otros adultos, y no requieren material específico diferente al de adultos más jóvenes, por ejemplo para tratarles de un cáncer de vejiga.
Sí que sería muy útil tener en los hospitales Unidades de Geriatría, similares a la que funciona hace muchos años en el Hospital Clínico, para permitir que las medidas de soporte que precisan estos pacientes sean más específicas y se les atienda mejor. Pero no tiene ningún sentido desde el punto de vista clínico y asistencial su separación del resto de pacientes.

En otro orden de consecuencias, dice Ud. literalmente, en el Plan de Medidas de Sostenibilidad, que el hospital “seguirá siendo apto para la docencia universitaria de grado y posgrado” y que “seguirá desarrollando una intensa actividad investigadora”.
En cuanto a la docencia, sólo ateniéndome a los decretos del B.O.E. que regulan la formación especializada, está claro que los servicios (los que queden en el hospital) no van a cumplir los requisitos mínimos exigidos por ley para la misma, lo que supondrá en la práctica una pérdida de la acreditación docente para formar residentes. Soy muy consciente de ello, por mi conocimiento del tema como tutor de los MIR de mi servicio desde hace algunos años.
Sobre la formación de pregrado, es llamativo que el Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid no supiera nada de esta transformación de un centro que lleva casi cuarenta años de convenio para la formación teórica y práctica de sus alumnos, según refiere en declaraciones efectuadas ayer al periódico “El País”.
Qué decir de todos los proyectos de investigación actualmente en marcha que tendrán que interrumpirse y sobre los que no voy a abundar, porque estoy seguro de que Ud. conoce esto de sobra.

La ejecución de esta transformación implicaría además la absorción de nuestros pacientes por otros hospitales, con una pérdida de continuidad asistencial, masificación y aumento de las listas de espera de consultas y de cirugía de dichos centros, aunque supongo que de esto sí son Uds. plenamente conscientes, y se lo han planteado teóricamente como una “redistribución de recursos”.

Todos estos detalles me llevan a pensar que en la reestructuración del Hospital Universitario de la Princesa tal y como la plantean ustedes hay unas dosis no desdeñables de improvisación y planificación de dudoso fundamento clínico y asistencial.
Y no puedo evitar pensar que el objetivo es puramente económico, viendo lo que se ha filtrado desde los servicios informáticos de su consejería, con una reducción del presupuesto global del centro de 154 a 138 millones, y en el capítulo de personal de 85 a 65 millones. Desde luego, no se corresponde con el 7% de reducción de presupuesto en Sanidad, parece que a nosotros nos toca bastante más.

Sé que no es Ud. como otros políticos con escasa formación, que es abogado y que ha ejercido su profesión con éxito profesional en numerosas vertientes además de dedicarse a la política. Entiendo que la sanidad de calidad es cara y que los recursos son limitados, pero pienso que en este tema concreto del Hospital de la Princesa está Ud. siendo mal asesorado. Tiene Ud. a su disposición varios miles de asesores gratuitos: los profesionales que trabajan en el Servicio de Salud madrileño.
Y no nos olvidemos de la opinión de los principales actores: los ciudadanos a los que damos servicio.

Le ruego que al menos tenga en consideración estas reflexiones antes de tomar una decisión definitiva sobre el futuro del hospital de Madrid con más años de historia, fundado además mediante la iniciativa popular. No se lo hurte a nuestros ciudadanos.

Muchas gracias por su tiempo y su atención.

Atentamente,
Ramón C. Arellano Gañán

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